Acoso escolar y ciberbullying.

 

“Desde los 9 años hasta los 13 o 14 fui víctima. Durante la mayoría de las veces no hacía nada (era todo un corderito, la víctima perfecta, muy fea e introvertida). Pocas veces me cabreaba; por ejemplo, una vez, un chico me rompió los apuntes y me escondió la mochila, con 10 años. En otra ocasión, dos niños me rompieron la mochila y me tiraron las gafas al suelo. Se lo conté a mi padre y habló con el profesor y con uno de los niños (que era el más habitual). La situación solo fue a peor, así que no le volví a contar nada a mis padres”.

Este es uno de los muchos casos de víctimas que sufren acoso escolar en silencio. Suele ser a edades tempranas cuando se tiende a infravalorar los efectos que puede ocasionar una simple broma. Uno no es consciente de que reírse de las gafas de un compañero puede originar un fuerte complejo, que burlarse de su aspecto, cultura o aficiones puede determinar una personalidad retraída a lo largo del tiempo. Que las burlas diarias pueden minar su motivación académica, llegando a afectar a sus relaciones personales.

El acoso escolar, también conocido como Bullying, es una realidad que no cuenta con un espacio propio en la problemática social española.

No existe una concienciación implícita en la población y la mayor parte de las iniciativas continúan en vías de desarrollo. Se trata de un problema de ayer y hoy

El desconocimiento es innegable. No saber cómo y cuándo actuar o a quién acudir puede provocar el silencio de la propia víctima o incluso de aquellos que presencian un acto de acoso, por miedo a convertirse en foco de la agresión.

Los escenarios digitales redimensionan el conflicto

Con el boom de las nuevas tecnologías y el surgimiento de las TRIC  (Tecnologías + Relación + Información + Comunicación), es necesario incluir el término ciberbullying.

No resulta extraño ver cómo niños cada vez más jóvenes manejan una Tablet sin apenas dificultad, con cuenta en Twitter, Facebook, Instagram o Snapchat y con grupos de WhatsApp para chatear con los amigos. Son nativos digitales.

Sin embargo, haber nacido con dichas tecnologías integradas en su modus vivendi no significa que hagan un uso responsable de las mismas. Esto provoca un gran desconocimiento sobre las amenazas que conlleva Internet, carentes de toda responsabilidad en temas como la privacidad o la difusión de imágenes.

Esa falta de sabiduría digital arrastra las malas prácticas, originando situaciones de acoso escolar a través de las redes sociales y dispositivos móviles. En estos casos, la víctima se encuentra expuesta las 24 horas del día, no sólo durante la jornada escolar, por lo que las consecuencias se agravan.

Las relaciones interfamiliares del afectado se debilitan, así como las sociales, que resultan imprescindibles para el desarrollo de la personalidad durante la adolescencia. El agredido tiende a aislarse ante una falta de confianza originada por situaciones de acoso constantes, reflejada también en cambios de humor notables, sobre todo después de estar conectado a la red, falta de apetito o fracaso escolar. Por eso, los docentes y, sobre todo, los familiares, son los primeros capaces de detectar estos síntomas y evitar que la situación vaya a más.

Técnicas proyectivas y educación emocional

Juan Antonio Planas, presidente de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía, habla de una educación preventiva para la resolución de conflictos. Y el primer paso es la concienciación. “Las claves emocionales propias de la empatía, como el llanto, no son visibles para el acosador y, por tanto, la capacidad de compasión se reduce”, explica refiriéndose al ciberbullying.

Por esta razón, las iniciativas son cada vez más visuales, comprendiendo que éste es un factor fundamental para que el mensaje llegue debidamente hasta el receptor. Los medios de comunicación de masas, y en concreto, la televisión, han desarrollado durante estos últimos años proyectos con un carácter relacional.

Acoso escolar. Proyecto Bullyng

El ejemplo más esclarecedor es Proyecto Bullying y sus técnicas proyectivas, un método propio de la psicología que intenta ahondar en el subconsciente del sujeto y hacerle reflexionar sobre sus actos. El programa de Cuatro, emitido en febrero y marzo de este año, coloca una cámara de vídeo oculta en la mochila de un estudiante, víctima de Bullying, para que grabe las situaciones de acoso que sufre a diario. Estas imágenes, con los rostros y las voces distorsionadas, serán proyectadas y visualizadas en conjunto con aquellos compañeros que, pese a ser conscientes de ello, guardaron silencio y permitieron que la agresión tuviera lugar.

De esta manera se intenta dotar, no sólo al agresor, sino también a los espectadores, de una educación emocional donde el sujeto empieza a tomar consciencia.

¿Hasta qué punto se debe informar?

Antes de difundir cualquier tipo de información, los medios de comunicación firman un contrato moral no escrito por el cual se comprometen a actuar con neutralidad y con unas bases éticas establecidas.

Este punto es esencial, sobre todo si hablamos de acoso escolar. “Es complicado porque si estamos hablando de unos chavales que han sufrido acoso y ha terminado en suicidio, según cómo se trate la noticia, podemos dar pistas para que otros chicos hagan lo mismo”, dice Planas. “Pero lo que no podemos hacer es ocultar una realidad que, si no se previene, va a ir a peor”, añade.

La conclusión es que hay que informar, pero se debe tener cuidado con su tratamiento. Veracidad, verdad y justicia son las tres palabras clave que, trabajando en una misma línea, son el primer paso hacia la responsabilidad ética que se requiere, alejándose del sensacionalismo y la búsqueda de audiencia.

Este artículo se contextualiza en un trabajo fin de grado en el que se expusieron las claves de la “TV como mediadora de conflictos sociales”.

Almudena Pascual

José Antonio Gabelas
José Antonio Gabelas-Barroso. Profesor titular de la Universidad de Zaragoza. Creador del Factor Relacional y las TRIC (Tecnologías de la Relación, Información y Comunicación).

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