En el último encuentro que tuvimos con coordinadores TIC del CRP del Segriá en Lleida, hicimos una revisión de la Escuela 2.0. Pensé que sería interesante hacer un pequeño recorrido por la Historia y nuestra pequeña historia.
Los inicios de la escritura fueron los cantos lisos, luego los papiros y pergaminos. Sumerios, egipcios, griegos y romanos pasaron por un laborioso proceso de escritura. La linealidad siempre estuvo presente, las tablillas de arcilla y los pliegos formados por las hojas secadas del papiro se numeraban para conservar su orden. Eran textos sin parráfos, sin puntos, sin comas, sin normas, interminables líneas escritas para ser escuchadas. La oralidad mantenía un absoluto control, así lo manifestó Platón en sus Diálogos: «Mucho mejor que una palabra escrita en el «agua» de la tinta es una palabra grabada por la inteligencia en el alma del que aprende».
Será en la Edad Media cuando se buscará otro tipo de lectura, ya no en voz alta como la anterior, y sólo con un sentido práctico, sino para disfrutar en privado y en silencio. Aparecerán los primeros espacios entre las palabras, y las pausas entre las líneas, y las normas. Una escritura para los ojos, y no para los oídos. Y comienza una larga aventura para la reflexión, y la atención. Una lectura profunda que provocará un pensamiento profundo.
¿Pero qué ocurre cuando pasamos de una lectura impresa a una lectura en pantalla? La lectura en papel obliga a un movimiento ocular antinatural, exige fijar la atención un tiempo prolongado, evitando cualquier distracción. Una actividad opuesta al multitasking que es lo que sucede cuanto estamos delante de la web. McLuhan nos recuerda que «un nuevo medio no es una adición». En efecto, la web absorbe un medio, lo recrea, no lo destruye; inyecta enlaces, fragmenta secciones, añade entornos. Y esto afecta no sólo a los contenidos, también a los usos, costumbres y rutinas que todos tenemos para conversar, consultar, redactar, imaginar y pensar, siempre en un contexto de condicionantes personales.
Las investigaciones indican que el acto cognitivo de la lectura no se basa sólo en la vista, también es táctil. Recordemos cómo leemos un libro o un periódico, recordemos el conjunto de sensaciones que nos proporciona el papel. El paso de la página a la pantalla no se limita a la forma de navegar, también reduce el tiempo de atención y profundización. Los enlaces nos distraen, fragmentan nuestra lectura en la pantalla fragmentada, saturada de estímulos verbales, sonoros, visuales, aplicaciones. La Web reclama nuestros sentidos, atrae nuestra atención para dispersarla. Algunos autores hablan de «tecnología de la interrupción».
Cuando la educacion se asoma a este escenario se encienden todas las alarmas y resuena a lo lejos el pensamiento de Baricco ¡¡¡Que vienen los bárbaros!!! La lectura profunda desaparece, los contenidos de siempre se rebajan, ya no se lee como antes, tampoco se comprende, ni se escribe correctamente. Esta sería nuestra pequeña historia en las aulas. Mientras los educadores bucean, los alumnos surfean (Baricco).
Aunque esto sea cierto, es la historia de la tecnología. Ocurrió con el fuego, el telégrafo, la electricidad, Internet. Cuando apareció la tele en España a finales de los cincuenta, y durante las dos décadas siguientes todos los debates se centraron en los efectos perniciosos del medio. Después llegaron los videojuegos, ahora es con la Web.
No es casual que Lope de Vega en 1612 exclamara en Fuenteovejuna:
» Antes que ingoran más siento por eso
Por no se reducir a breve suma;
Porque la confusión, con el exceso,
Los intentos resuelve en vana espuma;
Y aquel que de leer tiene más uso,
De ver letreros sólo está confuso».
Se trata de dos estados mentales: la lectura impresa y el pensamiento profundo; la lectura en pantalla y el conectivismo superficial. Los dos necesarios y complementarios, que exigen un difícil equilibrio, que ni está en la tabla del surfista, ni en la escafandra del buzo. Un nuevo territorio: permeable, fértil, siempre líquido y fluido, que estamos explorado. Y así lo hemos experimentado en el Máster de Redes Sociales y Aprendizaj Digital de la UNED, tal y como demuestran los trabajos finales realizados por los alumnos, también visibles en otros lugares.
Así como el humano crea la tecn0logía, la tecnología transforma al humano. Nuestra sociedad ha cambiado, nuestros hogares han cambiado, nuestro cerebro está cambiando. ¿Podemos seguir con la misma educación? La comunicación tampoco es la misma, la escuela debiera observar lo que está ocurriendo fuera de sus aulas, pero también lo que ocurre con y entre sus alumnos. La Escuela 2.0 con su ordenador por niño (antes) y sus pizarras digitales en sus programas TIC, no ha encontrado el norte. Sus alumnos no necesitan aprender destrezas tecnológicas, tampoco es lo más importante que las utilicen para «saber» más matemáticas, más lengua o más sociales.
¿Por qué no integramos el factor R en las TIC? ¿Por qué no convertimos la vida digital de nuestros alumnos en motivo de «lectura» análisis, conversación, interacción,creación en las aulas, en las familias? ¿Es posible dejar de mirar las TIC por el retrovisor y observar lo que ocurre dentro y fuera del coche?
Programas que concretan los principios de K. Robinson, y un cambio de paradigma educativo, como CineySalud, semana del rock, Pantallas Sanas, y otros muchos y muchos que funcionan de modo anónimo, y siempre desinteresado son apuestas que demuestran que sí es posible.