El cine ha dejado momentos en su historia que recogen la esencia del espectáculo moderno audiovisual. Me gustaría centrarme en la secuencia inicial de la soberbia película The Player de Robert Altman, una ácida metáfora del mundo del espectáculo, y en concreto del universo televisivo. El histrionismo de Tim Robbins vende la historia con ingredientes “oscuros, raros y graciosos,” que serán la carnaza para el próximo guión. La cámara levita entre coches que se acercan, estudios y glamour a la caza de una próxima película. Manda la audiencia.Se trata del todo vale a cualquier precio, la recompensa siempre es la misma: fama, poder y dinero.
Esta secuencia escupe un sucesión hilvanada de planos que nos recuerdan otros célebres momentos en la historia del cine, como el inicio de Sed de mal y Ciudadano Kane, de O. Welles o La soga, de A. Hitchcock El plano secuencia permite conexionar el hilo temático en un aparente continuum de transparencia en la narración que ofrece una mayor inmediatez. Para profundizar en este recurso narrativo disponemos de las propuestas teóricas de Pasolini, en deshacersesevahacer, y lentecreativo. La historia del cine ha dejado muchos ejemplos de plano secuencia, incluso diferentes rankins para los aficionados a las clasificaciones, incluso una larguísima galería de ejemplos. En The Player, el autor disecciona las tripas de la industria del espectáculo, sin ningún tipo de concesión. En las entradas anteriores hemos reclamado la necesidad de un producto audiovisual y multimedia creativo y de calidad.
Disponemos de espacios de debate en torno a la calidad televisiva, tal y como hemos comentado en otros momentos. O asociaciones como Aire Comunicación, que desarrollan una persiste tarea de análisis crítico, producción y formación.
