Miremos al Gran Hermano. El Gran Hermano nos vigila, nos controla, cuida de nosotros. ¿Qué pasaría si mirásemos al Gran Hermano? Es la propuesta que hace Jenkins desde una cultura para la participación.
No es fácil mirar. “Tú no ves el anuncio, pero el anuncio te ve a ti…” es la frase que encabeza el banner publicitario de Netflix y lanza la promoción de la serie utilizando los adblockings como soporte publicitario. La campaña no se lanza desde ningún tipo de servidor de publicidad, se hace a través de código insertado en la propia web que emplea como soporte.
No es fácil mirar cuando estamos inmersos en el entorno tecnológico. Si Black Mirror se centra en el uso y las consecuencias de la tecnología, es particularmente interesante observar que la tecnología es más que herramienta y medio, es ecosistema. ¿Qué hubiera ocurrido si la propuesta narrativa de Broocker hubiera partido y desarrollado esta segunda premisa? McLuhan, W. Ong, Postman, Scolari hablan de Media Ecology una propuesta mucho más integradora e inquietante. Se trata de la falta de “oxígeno” en lo que respiramos, y que necesitamos respirar.
Una teoría que concibe los medios de comunicación como especies en un ecosistema, en el que nacen, crecen y sobreviven “ningún medio existe solo o tiene significado solo, sino en permanente relación con otros medios” (McLuhan, Understanding Media, 1964)
Nos centramos en el primer capítulo de la serie: The National Anthem. Se produce el secuestro de la princesa Susannah de Gran Bretaña, muy querida por el pueblo, y muy conocida en Facebook. El terrorista ha subido un vídeo a Youtube donde se ve la secuestrada atrapada y leyendo el mensaje del secuestrador. Exige al primer ministro británico que se grabe haciendo el sexo con un cerdo en directo. Y que se emita a las 4pm por todas las grandes cadenas de televisión. De otro modo la princesa será ejecutada.
El capítulo es una exposición permanente y continua. El telón de la intimidad está abierto y la noticia es y se consuma de principio a fin.La mirada pública es mirada publicable y mediática (Pousa 2013). Las redacciones de las grandes cadenas celebran su comadreo con el equipo asesor del ministro en sus decisiones y ambiciones. El feedback que analiza y mide las audiencias minuto a minuto, frame a frame, y la construcción de la imagen pública del político son los fundamentos del reality.
Black Mirror, paradigma de la era postelevisiva, es el ritual de la orgía del espectáculo, aderezado con una precisa liturgia del simulacro y la telerrealidad, tal y como se indica en emociones en venta. Es la servidumbre de la televisión a un modelo mercantilista, cuyo objetivo es obtener el máximo beneficio económico en el “todo vale”. Las personas (digamos audiencias y usuarios) son un número, un dato estadístico explotable. Un producto obtenido a cualquier precio. Todo por el rating.
Una mecánica y dinámica comercial que es convergente, y denominamos “agenda clonada.” Enfatiza el producto (programa) y entroniza la función comercial de la comunicación desde un estratégico combinado de sinergias: feedback para la promoción, programa convertido en noticia dentro de otros medios. Se implantan parásitos omnipresentes que repueblan todos los espacios mediáticos (en las escaletas de televisiones y radios, de tertulias y debates…). Intereses conectados, el producto potencia otro producto y a la inversa.
En telerrealidad versus telebasura explicamos como funciona. Los medios construyen una realidad concreta con unos objetivos muy concretos. La relación entre emisor y receptor es muy estrecha, también sus posibles efectos. Se presenta una realidad mediática para que la audiencia pueda o quiera percibirla como “real”, cotidiana, cercana. Baudrillard ya avanzó la “era de la simulación” en la que se suplanta “lo real por los signos de lo real.” Y Eco, desmembró el signo entre la mentira y la ficción.
Son varios los capítulos de Black Mirror donde se aprecia esta liturgia de signos, particularmente destacable en The National Anthelm. Que el primer ministro inglés deba fornicar con un cerdo ante las cámaras para que la princesa secuestrada no sea ejecutada, es un goloso argumento. Las audiencias serán retratadas a lo largo de este capítulo en la residencia del primer ministro y el estudio de la UKN. Pero los espacios de audiencia más subrayados y reconocidos en las redes sociales serán el hogar del matrimononio multiétnico, un pub, y el plató de televisión, convertido en autorreferencia doméstica.
La escenificación gratifica el morbo de la audiencia. No falta Malaika, una periodista sin escrúpulos dispuesta a intercambiar sexo por información. Y así nos encontramos con los siguientes estigmas del espectáculo, perfectamente exportables a cualquier formato de reality show.
- Relatos próximos a personas reales:(anónimas o populares). Las historias o hechos cuentan a cámara una determinada parte de su vida cotidiana. Son experiencias y sentimientos generalmente íntimos.
- Obsesión por la apariencia de realidad:cuentan historias verdaderas que tienen que parecer reales. Con un relato creíble, siguiendo unos criterios de selección de perfiles, lejanos a lo común y corriente. Se busca que “den a cámara”. La televisión de la gente normal aburre a la audiencia.
- La espectacularidad:hiperconstrucción de la realidad “que enriquece y distorsiona la experiencia…recurre al misterio y la comicidad…el factor sorpresa es siempre testigo de algo inédito”. Constribuyen los efectos especiales, decorados, reconstrucciones grabadas, posproducción.
- La serialidad: emisión por entregas como técnica de enganche. A veces el espacio se acorta en sus momentos clave, mientras el presentador advierte: “seguimos grabando”. Otras están organizados por capítulos (semanales o diarios). Esta serialidad se propaga a modo de conversación por los demás espacios de la cadena.
- Voyeurismo televisivo: “Una visibilización a ultranza de la intimidad” (Imbert). Sin límites, cuanto más real y transparente parezca mejor. Sexo, polémica, penas, protagonizan los hechos.
- Multiformato televisivo: en una relación recíproca entre contenidos y formatos. El qué y sus cómos. Los programadores insertan y organizan los formatos-contenedor, a la vez que fusionan diversos géneros televisivos (informativo, entrevista, concurso, crónica…).
- Participación activa o semi-activa de la audiencia. El espectador/usuario en el trono del show. A veces con el rol de comentarista, otras colaborador, y hasta de asesor.
- Redes sociales: con plataformas sobre las cuales el programa se construye y modifica. La televisión en su convergencia mediática dispone de una esfera digital muy dinámica: se vuelcan los contenidos y se genera una espiral y un aura, alrededor de la cual las audiencias activas y semi-activas interaccionan. Un comentario en twitter o un whatsapp, externos al programa, pueden destruir el trono de un concursante o desterrar a un pretendiente acusado de infiel.
- Emisión en prime time:los programas están organizados en torno a la franja horaria de emisión que coincida con el prime time u horario de máxima audiencia. La consecuencia inmediata es que en España se agarra a la audiencia hasta las 00.00 horas.
- Valores y contravalores:que se transmiten y promueven, generando una posible batería de afectos y efectos.
- Negocio rentable: sin duda. El programa como producto (que no como servicio, tampoco en la tele pública). La McTelevisión (Sampedro, 2003), es muy rentable para las productoras. Contenidos de bajo presupuesto, con estructura espectacular, que arrastra audiencias.
El análisis de los bastidores del reality show conduce la reflexión a la aldea global mcluhiana, donde se describen las galerías conectadas. Emerge la idea de tribu en esta gran aldea ubicua e hiperpresente, saturada de gratificaciones inmediatas. Una tribu que enfatiza los espacios afines. Las relaciones, antes marcadas y valoradas por la proximidad física y el vecindario, ahora están trazadas y diseñadas desde los intereses comunes.
Desde el célebre cuadro de Magritte hasta ahora, la realidad en sus infinitas representaciones ha tocado la naturaleza humana de diferentes maneras. Con la realidad virtual el juego con las identidades ofrece un inquietante escenario especular, como lo describe Be Right Back, primer capítulo de la segunda temporada.
En las habitaciones de cristal miramos al GH, y recorremos las galerías, comunicadas con otras galerías que conducen a un laberinto sin fin. Con cientos de direcciones que sugieren el jardín de senderos que se bifurcan, pero no en el espacio, sino en el tiempo y sus tramas, como sugiere Borges.
La estructura panóptica de la Red subraya nuestra condición de sujetos que circulan por el relato como objetos. La distancia crítica que siempre existió en los grandes relatos religiosos, educativos, políticos, ideológicos, hoy lo ocupa el ritual del show. La mayoría mira el minuto de gloria de cualquiera a cualquier precio.
¿Qué ocurre cuando el cuerpo se convierte en una prótesis? ¿Cuándo los sentidos son reducidos o sustituidos por sensores que procesan automáticamente los estímulos?
Hoy las religiones han sido sustituidas por los microrrelatos del show, y la ideología suplantada por los imaginarios del espectáculo.Unos imaginarios sociales compartidos desde los sustratos del inconsciente, en los que clasificamos de modo binario la realidad: en su moralidad (buenos y malos); estética (feos y bellos);política (progresistas y conservadores); ideología (izquierdas y derechas); topografía (periferia y centro).
¿Qué ocurre cuando los algoritmos establecen la agenda social y temática, diferencian lo relevante de lo accesorio, señalan a los señalados y convierten en invisibles a todos los que deciden no subirse a un ránking?
Sugiere Manovich que hoy el software está al mando. Lo necesitamos para comprender y ejercitar cualquier tarea en la web, para explorar la información, para convertir la nube en algo útil.La epistemología es una rama de la filosofía que cuestiona el conocimiento. Black Mirror es una inquietante puerta posmoderna que cuestiona nuestra naturaleza humana desde los espasmos de la tecnología.
Hemos centrado gran parte de nuestro análisis en la sociedad del show, que M. Vargas Llosa describe en “La civilización del espectáculo”, con un cierto tono elitista como “un mundo donde en primer lugar de valores vigentes lo ocupan el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento es la pasión universal”.
En estos tres últimos años hemos celebrado varios debates sobre los contenidos de esta serie. Exploramos las texturas del humanismo que humanicen la tecnología con varios de vosotros Maribel, Juanjo, Alex, Elisa, Beatriz. Desde vuestras propuestas de #humanismodigital @ladyhalcon2012 @EdTechXXI @denobisipsis @elisahergueta @juanjoberja @elecapo87 @0ndina8 @oficial_cmv @bvcontentart @jblasgarcia, @maribelbana, @TRIClab.
Señalamos en #LibroTRIC que a lo largo de la historia, siempre que apareció un nuevo artefacto, la irrupción de lo desconocido provoca al mismo tiempo fascinación y rechazo. Pero el asentamiento de la tecnología (realidad virtual, aumentada, robótica, nanotecnología…) alimenta sin límite la fascinación. Una nueva religión con un escaparate repleto de usos y gratificaciones, promesas y recompensas.
La fascinación nubla la visión y dota de particular miopía a la educación. Un redireccionamiento hacia el humanismo significa que cada sujeto (no cosificado por un algoritmo), realiza un acto consciente y activo de tecnoapropiación, como hemos conversado en redes con@carescano @NaniAlica72 . Internet no es una barra libre, el mundo de los conectados programados por sus propias redes, requiere una reprogramación desde la ciudadanía.
Excelente artículo.
Gracias Diego. Tu saludo nos anima a seguir trabajando.
Muy interesante postura, que suscribo. Utilizo esta serie como eje de una asignatura de cultura digital, y me permito compartir algunas ideas de cómo viene resultando la experiencia. https://www.researchgate.net/publication/320011288_Black_Mirror_como_recurso_educativo_una_distopia_para_pensar_la_cultura_digital
¡Saludos!
jc.
Gracias Julio por tu aportación, que enriquece nuestra experiencia.