2015 es una oportunidad para explorar el barco en el que navegamos y orientar el rumbo de nuestro viaje. Empezamos el año echando una mirada al horizonte.
Videodelightwork One. Clemente Calvo. Urban Gallery from Urban Gallery on Vimeo.
La lectura de “Las pantallas y el cerebro emocional” del profesor Joan Ferrés me ha suscitado este post, primero de 2015. He leído gran parte de su obra, que desde los años 90 describe un viaje por el “laberinto” que conforman las pantallas, el cerebro y las emociones, así como los múltiples “puentes” tendidos a la educación. Aprovecho estas líneas para ofrecerle mi más sincera y profunda admiración como persona y profesional.
En “El malentendido”, Margarita Rivière, argumenta cómo los medios de comunicación, quieran o no educan. Nos preguntaríamos con Gabriel García Márquez, ¿para que voy a llevar a mi hijos a la escuela, para que interrumpan su educación? Maestros y educadores experimentan con inquietud la constante vorágine del cambio. Aprender para aprender es una aventura agotadora, en la que la convergencia mediática es un factor relevante.
“No soy pesimista, ni optimista. Soy apocalíptico” (M. McLuhan).
“Hemos dejado de creer en Dios, para empezar a creer en cualquier cosa” (Chesterton).
El escenario tecno-utópico ofrece un escaparate lleno de usos y gratificaciones, promesas y recompensas. La fascinación de la tecnología nubla la visión y dota de una particular miopía la responsabilidad de la educación. ¿Quién no ha experimentado esta atracción con el nuevo smartphone, tableta, o dispositivo móvil?. Los intereses de la industria, el vértigo de la gratificación inmediata, la firme convicción de que lo “nuevo es lo bueno”; el deseo de estar ahí, confundir ser con “ser visto”, son algunos de los espejismos de la tecno-utopía. Algunos destellos como los siguientes, ocultan con frecuencia este horizonte que buscamos.
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“A veces me pregunto si no hemos tercerizado nuestras democracias a compañías tecnológicas para no tener que rendir cuentas. Estamos entregando nuestro poder y nuestra responsabilidad”, advierte el escritor estadounidense y pionero de Internet, Jaron Lanier. Y continúa “al oponer resistencia a las fantasías de una inteligencia artificial podemos llegar a una nueva formulación de una vieja idea que adoptó muchas formas en el pasado: el humanismo“.
El historiador Milad Doueihi propone el término “humanismo digital”. En varios momentos hemos reivindicado la humanización de la tecnología. Desde una visión transdisciplinar, en la que la educación, la comunicación y la salud convergen. Las denominadas tecnologías del acercamiento, hace una interesante propuesta en tres direcciones:
- Nos acercan a otras personas con problemas de salud similares a los nuestros, de las que podemos aprender y en las que podemos apoyarnos.
- Nos acercan a fuentes de información, profesionales e instituciones de salud.
- Nos acercan a modelos de relación horizontales en los que el paciente está en el centro del sistema.
Las tecnologías del acercamiento conducen también a una recuperación de los sentidos, articulada en lo que hemos denominado Factor R-elacional, en el que las emociones y conexiones sinápticas visibilizan y expresan la implicación integral del ser humano.
Asistimos a un complicado equilibrio entre el espacio público y privado, con una evidente contradicción. Por un lado la tecnociencia es cada vez más invasiva y voraz con lo privado; por el otro, emerge un humanismo que reivindica la privacidad.
Enlazo con Una danza digital y humana que acabo de visitar, múltiples conexiones dejan el diálogo abierto, un puente desde la ética a la estética.
